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viernes, 11 de marzo de 2011

EL VÍNCULO AFECTIVO EN LA VIDA INTRAUTERINA

La realidad del vínculo

El término vinculo o apego ha sido acuñado por la literatura psicológica para denominar todas aquellas relaciones que se establecen entre las personas y fundamentalmente entre madre-hijo, padre-hijo o cuidadores y viceversa.

Desde el paradigma biológico, se define como aproximación, caricia, miradas, alimentación o higiene. Desde un modelo psíquico-afectivo, el apego es inclinación hacia elementos que pueden estar cargados de naturaleza material, psíquica o espiritual pero a la vez esa inclinación se apoya en procesos cognitivos y expresiones de emociones como desagrado, temor, inseguridad. Desde la realidad social, se centra en las relaciones que se entretejen a lo largo de la vida de una persona.

Estas tres realidades se ponen ya de manifiesto en la vida prenatal: desde la realidad biológica, el feto que va estructurándose a través de su código genético, establece con su base bioquímica una forma de comunicación con el organismo de la madre, sintiéndose afectado por estos intercambios y por los derivados de las situaciones biológicas y psíquicas de la madre. Físicamente, madre e hijo sí comparten unos sistemas neurohormonales que son vitalmente importantes para ambos, pues es la forma en que la madre y su hijo intrauterino establecen un diálogo emocional.

La realidad afectiva se pone de manifiesto desde la vida intrauterina estableciéndose así una interacción entre las señales que la mamá percibe (movimientos fetales) y la forma en que dichas señales son correspondidas por ella (comunicación a través del tacto). Estas señales emitidas por el feto y percibidas por la madre generan en ella sentimientos de seguridad, ansiedad, temores, afecto, etc. que serán igualmente percibidos por el feto a través de los mecanismos neurohormonales que dichos sentimientos generan en el cuerpo de la mamá. Partiendo de aquí, resulta imposible hacer una distinción entre lo biológico y lo afectivo, pues las emociones desencadenan en ella unos fenómenos biológicos —secreciones hormonales—, que van a modificar el medio biológico que está constituyendo para su hijo en desarrollo. Así pues, podríamos hablar del apego como realidad bio-psíquica, en continua interacción.

En la vertiente social, el diálogo activo que se entabla entre la madre y el futuro niño se amplía por medio del diálogo entre mamá y papá, y la madre y el ambiente social. Estos diálogos son interdependientes entre sí e incluyen una serie de procesos psicológicos, emocionales, bioquímicos y psiconeuroendorinológicos que son experimentados por la madre, y como consecuencia también por el niño intrauterino, de forma positiva o negativa dependiendo de cómo influyan en la madre las situaciones ambientales próximas como pueden ser la pareja, la familia o el trabajo.

Por tanto, partiendo de estas tres realidades, el vínculo afectivo prenatal se desarrollaría a través de tres canales de comunicación como serían el fisiológico, el conductual y el simpático. Este diálogo comienza sobre un nivel muy temprano del desarrollo intrauterino, cuando la madre experimenta los movimientos fetales (fisiológico), y responde a ellos a través de un encuentro con su hijo (conductual-simpático) independientemente del grado de desarrollo morfológico del niño. Se produce ya, desde ese momento, una respuesta hormonal hacia el embrión por el impacto psicológico que para la madre supone ese encuentro.

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